23 diciembre 2006

LA GUARDA DE LOS VINOS











Los vinos jóvenes son aquellos con caracteres muy frutales, florales o especiados, con poco carga tánica, que no se benefician con la práctica de guarda. Mayormente son vinos blancos. Los vinos jóvenes pueden guardarse por no más de dos años.
Los vinos de guarda, son aquellos con un potencial de evolución medio, que mejoran su calidad con un tiempo en botella, en general soportan una guarda de dos a cinco años. Se trata de vinos tintos, generalmente Merlot, Syrah, Tempranillo y los vinos blancos de cosechas tardías o botritisados (dulces).
Los vinos de gran guarda, son aquellos que pueden alcanzar su esplendor a los 10 años promedio desde su cosecha. Depende de cada vino en particular. En general se trata de vinos tintos de Cabernet y Malbec. La evolución de estos grandes vinos se basa en el desarrollo de sus aromas llegando a un bouquet complejo y la redondez de sus taninos.
Conclusión: El vino es un elemento vivo que sufre transformaciones con el paso del tiempo.
Una buena práctica de guarda, implica llevar un registro de los vinos guardados y realizar cada tanto, degustaciones de los mismos a fin de percibir y controlar los cambios que se van dando en esos vinos. Por ejemplo los aromas primarios que suelen ser de tipo frutales, florales o especiados en los vinos jóvenes, con el tiempo dan paso a aromas terciarios, más complejos, llamados bouquet de la guarda, que le otorgan estructuras más suaves en boca.
Si guardamos los vinos sin controlar los cambios que van aconteciendo dentro de la botella, corremos el riesgo de que al momento de consumirlo haya derivado en un producto que no sea de nuestro agrado.
La estrategia debería ser comprar como mínimo tres botellas de cada vino que se quiera guardar, ya que cuando uno compra un vino pensando en guardarlo unos ocho o diez años siempre surge la tentación de abrir una botella un tiempo antes para ver como van las cosas ahí dentro. Así sugerimos beber una de las botellas y tomar nota de aquellas características que consideramos importantes. Dejar pasar quizás uno o dos años, beber la segunda botella y comparar los cambios experimentados. Si nos encontramos con un producto que aún es grato a nuestros sentidos, deberíamos concluir que conviene seguir guardando la tercera botella por un tiempo más.
El tiempo para beber un vino de guarda tiene que ver con uno mismo, elegir el mejor momento personal, la compañía y la ocasión para asegurar que sea una experiencia placentera.

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